lunes, 18 de julio de 2011

Job "¿pueden los hijos de Dios sufrir?

¿Vienen momentos difícles, aun para los creyentes fieles? Sí, sí vienen. Aunque, rara vez estamos dispuestos a admitirlo dentro de la comunidad cristiana. ¿No fue eso lo que le ocurrió precisamente a Job? Aunque este hombre temeroso de Dios, de tiempos antiguos, no había hecho nada malo, en cuestión de horas sufrió una serie de pérdidas asombrosas. He oído muchos sermones sobre la vida de este extraordinario personaje del Antiguo Testamento, pero frecuentemente la causa de la frustración más intensa, experimentada por Job, es decir, el no poder encontrar a Dios, ha sido pasada por alto. Y ésta es de esencial importancia en la historia.
Job lo perdió todo: sus hijos, su riqueza, sus criados, su reputación y sus amigos. Pero esas tragedias, a pesar de ser tan terribles, no fueron la causa de la mayor angustia experimentada por él.
En cambio, Job "postrándose en tierra, adoró, y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. El Señor dio, y el Señor quitó; bendito sea el nombre del Señor" (Job 1:20-21, LBLA)
Luego, Dios permitió a Satanás que afligiera a Job físicamente. Fue herido "con una sarna maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza" (Job 2:7). Su esposa se enojó y provocó a Job para que maldijera a Dios y se muriera.
Job le contestó: "Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado. ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos". Y después la Biblia dice que "en todo esto no pecó Job con sus labios" (Job 2:10).
¡Qué increíble hombre de fe! Ni siquiera la muerte podía hacer flaquear su confianza en Dios, mientras proclamaba: "Aunque él me mataré, en él esperaré" (Job 13:15).
Sin embargo, finalmente, Job llegó al punto de la desesperación. Este hombre de imponente fortaleza, que le había hecho frente a la enfermedad, a la muerte y a pérdidas catastróficas, pronto se enfrentó con una circunstancia que amenazó con vencerle. Surgió de su incapacidad para encontrar a Dios. Pasó por un período en el cual la presencia del Todopoderoso estaba oculta de sus ojos. Pero lo más importante de todo fue que Dios no le hablaba. Job expresó su enorme angustia con las siguientes palabras:
"... hablaré con amargura; porque es más grave mi llaga que mi gemido. ¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios! Yo iría hasta su silla. Expondría mi causa delante de él, y llenaría mi boca de argumentos. Yo sabría lo que él me respondiese, y entendería lo que me dijera. ¿Contendería conmigo con grandeza de fuerza? No; antes él me atendería. Allí el justo razonaría con él; y yo escaparía para siempre de mi juez. He aquí yo iré al oriente, y no lo hallaré; y al occidente, y no lo percibiré; si muestra su poder al norte, yo no lo veré; al sur se esconderá, y no lo veré" (Job 23:2-9).
¿Debemos suponer que esta incapacidad para encontrar a Dios y hablar con él en ciertos momentos de crisis personal, fue algo exclusivo de Job? No, creo que ocurre en muchos otros casos, quizás a la mayoría de nosotros en algún momento de nuestras vidas. La Biblia dice: " No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana..." (1 Corintios 10:13) Todos pasamos por experiencias similares. El rey David debe de haberse sentido como Job cuando le preguntó al Señor con gran pasión: 
"¿Hasta cuando, oh Señor? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuando esconderás de mí tu rostro?" (Salmo 13:1, LBLA) 
Luego, en el Salmo 77, otra vez David expresó la angustia que sentía en su alma:
"Rechazará el Señor para siempre, y no mostrará más su favor? ¿Ha cesado para siempre su misericordia?..." (vv. 7-8)
En 2 Crónicas 32:31 se nos dice que "Dios lo dejó [a Ezequías], para probarle, para hacer conocer todo lo que estaba en su corazón".  Hasta Jesús preguntó por qué había sido abandonado por Dios durante sus últimas horas en la cruz, lo cual es un ejemplo de la experiencia que estoy describiendo.  Estoy convencido de que éste y otros ejemplos bíblicos nos han sido dados para ayudarnos a comprender un fenómeno espiritual que es sumamente importante.

Al parecer, a la mayoría de los creyentes se les permite atravesar por valles emocionales y espirituales, cuyo propósito es probar su fe en el crisol del fuego. ¿Por qué? Porque la fe ocupa el primer lugar en la lista de prioridades de Dios. El dijo que sin ella es imposible agradarle a él (Hebreos 11:6). ¿Y qué cosa es la fe? Es "la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve (Hebreos 11:1). Esta decisión de creer cuando no se nos ha dado la prueba ni hemos recibido respuestas a nuestras preguntas es fundamental para nuestra relación con el Señor. El jamás hará nada que pueda destruir la necesidad de tener fe. En realidad, él nos guía a través de los tiempos de prueba, específicamente para cultivar esa confianza y dependencia en él (Hebreos 11:6-7).
Sin embargo, una respuesta teológica como ésta, quita el dolor y la frustración que sentimos cuando andamos por un desierto espiritual. Y la mayoría de nosotros no manejamos las dificultades tan bien como Job y David. Cuando la presión está siendo ejercida sobre nosotros y la confusión aumenta, algunos creyentes experimentan una terrible crisis espiritual. "Pierden de vista a Dios". Las dudas surgen para ocultar su presencia, y la desilusión se vuelve desesperación. La mayor frustración es resultado de que la persona sabe que él creó todo el universo con su palabra, que tiene todo poder y todo entendimiento, y que podría rescatarle, podría sanarle, podría salvarle, pero ¿por qué no lo hace? Esta sensación de haber sido abandonado es una terrible experiencia para alguien cuyo ser está totalmente arraigado en los principios cristianos.
Entonces, Satanás viene a hacerle una visita, y le dice al oído: "¡El no está aquí! ¡Estás solo!"

  • ¿Qué es lo que esa persona hace cuando lo que Dios hace no tiene sentido?
  • ¿A quién le confiesa sus pensamientos perturbadores, incluso heréticos?
  • ¿A quién puede ir para que le aconseje?
  • ¿Qué le dice a su familia cuando su fe es sacudida violentamente?
  • ¿A dónde va en búsqueda de nuevos valores y creencias?

Mientras trata de encontrar algo más seguro en que confiar, se da cuenta de que no hay otro nombre, no hay otro dios, al que pueda acudir.   ...Los cristianos que pierden de vista a Dios durante un período de confusión espiritual... empiezan a hacer cosas que nunca antes habían pensado hacer... no tienen paz en sus corazones.

Si usted se encuentra entre las personas que han estado separadas de la Vid por causa de la desilusión o de la confusión, he escrito pensando en usted. Sé que está sufriendo. Comprendo el dolor que inundó su alma cuando murió su hijo, o su esposo le traicionó, o su amada esposa partió de este mundo para ir con Jesús. Usted no pudo encontrar una explicación para el terremoto devastador, o el fuego, o el terrible tornado, o la tempestad de lluvia, fuera de tiempo, que arruinó sus cosechas. La compañía de seguros dijo que fue "obra de Dios". Sí, eso fue lo que causó más dolor. Los ejemplos son interminables.
El gran peligro en que se encuentran las personas que han experimentado esta clase de tragedia es que Satanás utilizará su dolor para hacerles creer que Dios les ha escogido como víctimas. ¡Qué trampa mortal es ésa! Cuando una persona empieza a pensar que Dios tiene antipatía hacia ella o le odia, la desmoralización no está muy lejos.
Le pido a la persona que se siente muy afligida, cuyo corazón está quebrantado, y que se siente desesperada por escuchar una palabra de estímulo, que me permita asegurarle que usted puede confiar en el Señor de los cielos y de la tierra. Existe seguridad y descanso en la sabiduría eterna de la Biblia.
Usted puede estar seguro de esto: Jehová, el Rey de reyes y Señor de señores, no está caminando de un lado a otro por los pasillos del cielo sin saber qué hacer acerca de los problemas que existen en la vida de usted. El puso los mundos en el espacio. El puede tomar en sus manos las cargas que le están agobiando. Y para comenzar dice: "Estad quietos, y conoced que yo soy Dios" (Salmo 46:10).

Dobson James. Cuando lo que Dios hace no tiene sentido. Unilit, 1993. pp24-30

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