¿Lo han insultado alguna vez? ¿Cuál es el insulto que más recuerda? ¿Qué le dijeron? ¿El insulto apelaba a algo físico o a su carácter? ¿Tenía razón el agresor en algo? ¿Había allí otras personas en el momento? ¿Cómo se sintió usted? ¿Qué hizo? Pues le tengo muy buenas noticias: usted no es el primero, ni el último, ni la persona más importante que han insultado en este mundo.
Tenemos en la Biblia lo que podríamos llamar un “buen insulto”; el problema es que se lo dijeron a Jesús, en su cara y en público. Atrevidos los tipos como el que más, pero así fue. Pues estos tipos hoy nos sirven de ejemplo de algo que no se debe hacer y algo que se debe hacer.
En un largo diálogo entre Jesús y “los judíos”, a Jesús lo tildaron de “samaritano” y de “endemoniado” (Juan 8:48). El insulto es apenas lógico para ellos. ¿Cómo puede alguien en su sano juicio decir que ha visto a Dios, que ha venido de Dios, que Dios lo envió a la tierra, que no tiene pecados, que vive desde antes de Abraham, y ser normal? (Juan 8:31–59). No puede, concluyen ellos, a menos que esté endemoniado.[1] Es curioso que al grupo que discute aquí con Jesús se le identifique como “los judíos que habían creído en él” (8:31). Pero cuando Jesús los desafió sobre su falsa seguridad como descendientes de Abraham, reaccionaron violentamente.[2]
El insulto no es por lo geográfico ni por lo étnico. En el Nuevo Testamento nunca se apela a la etnia de los samaritanos, a eso de “casta impura”,[3] sino siempre a lo religioso. Incluye dos elementos principales: el sitio de culto y las Escrituras. Los samaritanos sólo reconocen el Pentatéuco como Escritura y afirman que el lugar de culto es Gerizim y no Sión. De modo que si alguien tiene ideas teológicas raras, samaritano será.[4]
La dificultad teológica de los judíos con Jesús es tenaz: ¿Dios-hombre? O se es una cosa o la otra, pero no las dos a la vez, les dice su teología del Antiguo Testamento y sus tradiciones. Pero, debemos preguntar también por qué muchos, siendo judíos, y habiendo sido criados y enseñados lo mismo, todavía creyeron en Jesús y en vez de tratarlo de samaritano o endemoniado, de loco o blasfemo, lo siguieron.
©Milton Acosta
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