sábado, 4 de septiembre de 2010

Génesis 1:27 "... a imagen de Dios lo creó".

Este era un versículo muy familiar para mí, como lo es para muchos cristianos, pero nunca me había detenido a pensar en su significado. La Biblia enseña que Dios es espíritu, sin cuerpo, o forma física. Por lo tanto, este versículo no puede estar diciendo que nosotros nos parecemos a Dios.

Existen otras formas de vida que Dios creó. El reino animal, por ejemplo, posee lo que la Biblia llama alma –una vida consciente expresada por medio de la mente, las emociones y la voluntad. ¿Qué hace al hombre diferente del animal? ¿Qué pudiera significar que el hombre fue creado a imagen de Dios? Hallé la respuesta en el aspecto espiritual del hombre. El espíritu humano es la parte del hombre que le capacita para relacionarse con Dios y conocerle, y es la fuente de sus impulsos internos para el amor, la aceptación, el significado y el propósito en la vida. El espíritu del hombre fue creado para tener compañerismo con el Espíritu de Dios, y originalmente fue el medio por el cual él disfrutó de perfecta comunión con Dios.

La existencia del espíritu humano explica la diferencia entre el hombre y el reino animal. Por ejemplo, tomemos un perro. ¿Qué hace al perro feliz? Dele un lugar para dormir, comida y agua, y tal vez rascarle la espalda, y él se siente satisfecho. ¿Ha visto usted al perro con una mirada pensativa preguntarse: "¿Por qué estoy aquí?, ¿qué significa todo esto? ¿Lo ha visto deprimido, echar su hueso a un lado y quejarse: "Tiene que haber algo más en la vida"? Por supuesto que no. Pero no hay nada más humano que hacerse estas preguntas. Porque tenemos cuerpos físicos con necesidades físicas, existen ciertas similitudes, pero en algún momento en su vida todo ser humano comienza a preguntarse: "¿Quién soy? ¿Por qué estoy aquí? ¿Cuál es el propósito de mi vida?" Esto es obra del espíritu humano.

Dios deseó que su relación con el hombre fuese de amor, recibido y expresado para El por medio de la fe. Por lo tanto, a diferencia del reino animal, que es dominado por un mecanismo interno llamado "instinto", al hombre se le tuvo que dar el libre albedrío, ya que el amor es posible solamente cuando el hombre es libre para escoger.

Por medio de esta relación libre -Dios y el hombre unidos en vida espiritual-, Dios tenía acceso al alma de Adán (al instruir su mente, controlar sus emociones, y dirigir su voluntad) y de esta manera influenciaba su conducta en su totalidad.

Como resultado de esta relación, cada pensamiento, emoción, palabra y obra de Adán y Eva eran la representación perfecta del Dios que les creó. Así, ambos cumplían el propósito divino en sus vidas: caminar en una dependiente relación de amor con su Creador y, mediante aquella relación, ser una representación visible y plena del Dios invisible. Esto, finalmente, explicaba en qué consistía ser creado "a la imagen de Dios". No era una imagen física, tampoco la mera inteligencia, pero sí la manifestación de cierta clase de vida -la vida de Dios-. Y naturalmente, ya que Adán y Eva no eran dioses, esa vida en ellos, estaba determinada por su libre decisión de permanecer en esa relación dependiente.

Imagínese que alguna criatura espacial e inteligente venga de otro planeta a visitar la tierra con el propósito de saber cómo es Dios. ¿Cómo se puede ver un Dios invisible? La mejor explicación que recibiría es que "el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. Vaya y observe a Adán y Eva, y usted verá cómo es Dios". Si lo hiciera, nuestra criatura imaginaria regresaría a su casa con un conocimiento verdadero de la naturaleza y carácter de Dios después de haber observado al hombre, quien ha sido creado a su imagen. Como la relación de Adán y Eva estaba basada en el amor, tuvo que haber un punto de decisión en el cual ellos demostraran que su amor a Dios era expresado libremente. Ese era el significado de la única prohibición divina: "Mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás" (Génesis 2: 17). Satanás, en la forma de una serpiente, tentó a Eva, diciéndole: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal (Génesis 3:4-5).

Esta historia ha sido presentada en tiras cómicas, y tan ridiculizada a través de los años, que con razón perdí su significado real; pero ella explica las necesidades más profundas del hombre hoy en día. El significado de la tentación presentada a Adán y Eva está en la frase de la serpiente "el día que comáis de él... seréis como Dios". Se les ofreció la oportunidad (la mentira) de dejar a un lado su relación de fe y dependencia de Dios, y asumir un estado independiente -llegar-a ser su propio dios, completamente autosuficientes.

En efecto, lo que Satanás estaba diciendo era: "No necesitas a Dios para ser hombre. Sed vuestros propios dioses. No necesitáis que alguien os diga lo que está bien o está mal, y podéis comenzar ahora mismo a afirmar vuestra independencia"

Dios había dicho: "El día que de él comieres, ciertamente morirás". La Biblia nos dice que Adán vivió 930 años. Adán y Eva no murieron físicamente ese día, pero al creer en la mentira de Satanás, y llamar a Dios mentiroso, ellos murieron espiritualmente. Dios honró su libre albedrío y les quitó Su vida, dejándoles espiritualmente muertos.

A menudo usted escuchará a las personas decir: "Todos los hombres han sido creados a imagen de Dios", pero pensemos en esa frase detenidamente. Adán fue creado a la imagen de Dios, pero en Génesis 5:1,3 se declara: Este es el libro de las generaciones de Adán. El día en que creó Dios al hombre, a semejanza de Dios lo hizo.... y vivió Adán ciento treinta años, y engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen, y llamó su nombre Set.

Dos padres espiritualmente muertos no pueden pasar a otras generaciones lo que ellos no poseen: vida espiritual. La ley de la reproducción es: "Cada criatura engendra una semejante" y desde esa ocasión tanto los hombres como las mujeres han nacido con los resultados trágicos de la decisión de Adán: muertos espiritualmente.

George, Bob. Cristianismo clásico. Unilit: Miami, 1994 (1989 ed. ing.) p.44-47

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