lunes, 30 de agosto de 2010

Génesis 3:1 "...¿Conque Dios os ha dicho..."

¿Cómo podemos discernir entre el error y la verdad?

Podríamos comparar el problema con el de un banquero que sabe que la moneda falsificada está circulando, y desea enseñar a sus empleados a distinguir entre el dinero verdadero y el falso. El método que él escoge no es enfocar su atención en los billetes falsos, sino que les enseña una y otra vez la moneda verdadera, de modo que cuando un billete falso pase por sus manos lo descubran inmediatamente.

De igual manera, los cristianos poseen una defensa contra el error. Esta defensa consiste en estar familiarizados con la verdad como Dios la ha revelado en las Escrituras; así cuando se enfrentan con el error, le es fácil reconocerlo. Pero si los cristianos no están cimentados en la verdad, quedan vulnerables al error.

La guerra entre la verdad y el error ha existido durante miles de años. Cuando Adán y Eva pecaron en el huerto de Edén, no cometieron adulterio. Tampoco robaron o quebrantaron uno de los Diez Mandamientos. Todo comenzó cuando creyeron una mentira en lugar de la verdad. Dios le dio a Adán un solo decreto: que no comiera del árbol del bien y del mal.

En conformidad con esa única ley, Adán reconocería que Dios, y únicamente Dios, tenía la facultad de determinar lo que era bueno y lo que era malo. El día que Adán escogió comer de ese árbol, llegó a ser como Dios en el sentido de que él determinó para sí mismo qué era lo correcto y lo incorrecto, y lo malo y lo bueno. Desde el día de la caída, el hombre ha continuado diciendo: "Dios, yo sé más que tú acerca de lo que es cierto o errado, bueno o malo. No te necesito para que me digas la verdad. Yo puedo descubrirla por mí mismo". Este es el error fundamental -la mentira en contra de la verdad.

La meta de Satanás es, como era en el huerto de Edén, convencernos de que la mentira -lo falso- es la verdad.

George, Bob. Cristianismo clásico. Unilit: Miami, 1994 (1989 ed. ing.) p.32

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