sábado, 28 de agosto de 2010

1 Juan 4:20 "...yo amo a Dios, y aborrece a su hermano..."

Según la Biblia, la prueba más convincente del amor a Dios es el amor al prójimo. Este tema aparece tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. La fe cristiana se ve, se debe ver. La canción de Ricardo Arjona, al decir que “Jesús es verbo, no sustantivo”, probablemente tiene una buena intención al apuntar en esa dirección: hay que actuar, no hablar, porque Jesús actuó siempre en favor de otros. Eso está muy bonito y resulta muy atractivo, pero crea una falsa dicotomía con la que el mismo Jesús no estaría de acuerdo pues Jesús habló y fundamentó tanto su discurso como su actuar en las Escrituras. Esto lo veremos en un par de escenas en la vida de Jesús, las cuales corrigen lo que Arjona quiere corregir y corrigen también a Arjona. No es necesario poner a pelear la Biblia consigo misma para señalar la falta.

En una ocasión los saduceos le propusieron a Jesús discutir sobre un tema teo-lógico. Le preguntaron cómo van a hacer en la resurrección aquellos hermanos que fielmente cumplieron con la ley al casarse los siete, uno tras otro, con la misma viuda.[1] ¿De cuál de los siete será la mujer en la resurrección? Una historia inventada, pero muy bien tramada. Jesús les responde tres cosas: (1) que no hay matrimonio en la resurrección; (2) ¿qué sentido tiene decir que Dios es Dios de Abraham, Isaac y Jacob, si estas personas dejaron de existir por completo? Dios es Dios de vivos, no de muertos; y (3) que ignoran dos cosas: las Escrituras y el poder de Dios (Mt 22:23–33).

Acto seguido, al ver los fariseos que Jesús ha callado a los saduceos, deciden seguir la conversación con Jesús, quizá para determinar si al no estar Jesús teológicamente alineado con los saduceos, está alineado con ellos. Entonces le preguntan a Jesús sobre un tema relacionado con jerarquías teológicas y con la piedad expresada en obediencia: ¿cuál es el mandamiento más importante? A los fariseos les preocupan mucho la obediencia a la ley y su identidad grupal y nacional.[2] Su preocupación por la obediencia y las jerarquías de los mandamientos se ve reflejada en muchos de los encontrones que tuvieron con Jesús y sus discípulos: arrancar espigas el sábado—no lavarse las manos antes de comer—sanar un sábado—juntarse con ciertas personas. A los fariseos Jesús les contesta: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu inteligencia. Este es el gran mandamiento y el primero. El segundo es parecido a éste: amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos toda la ley depende y los profetas (Mt 22:34–40; cp. Dt 6:5; Lv 19:18).

©2008Milton Acosta

Leer más en Pido la Palabra.

Si el vínculo no funciona puede ver el artículo AQUI.

No hay comentarios: